La verdadera reducción de tamaño de los microchips no pasa tanto por su miniaturización sino por la reducción del espacio entre los transistores, las “neuronas» de los chips. Cuanto menos espacio haya entre ellas, más “neuronas” y más capacidad de procesamiento pueden conseguir. En el año 2000, la distancia entre transistores era de 130 nanómetros, y allí podían entrar unos 58 millones de transistores. En 2010 se había reducido a 32 nanómetros y podían agruparse hasta 1.700 millones de transistores.
Actualmente estamos en los 7 nanómetros, el espacio se ha reducido poco menos de 5 veces, pero la cifra de transistores ha aumentado más: hasta los 10.000 millones. Esto significa que, actualmente en un microchip de tamaño muy reducido, uno que entre en un auricular o hasta en una lentilla, se puede poner la capacidad de procesamiento que tenía un ordenador hace 20 años. Gracias a ello se podrán, por ejemplo, medir ciertos datos médicos de cara a desarrollar innovadores tratamientos médicos.